Los abuelos de la chica desaparecida en 2005 insisten en culpar a Leandro Funes

Pusieron la casa en venta, los molestan por tel...

“La metieron en la droga unos tipos que son bien conocidos acá, uno de ellos la embarazó y la golpeaba”, dicen y señalan como culpable a Leandro Martín Funes, hoy sometido a juicio en la Cámara Criminal y Correccional de Cruz del Eje por ese homicidio calificado por alevosía.

En nada cambió en los últimos tres años la vivienda del barrio Los Manantiales, con su frondosa arboleda y tranquilidad, donde residen Nicolasa González y Carlos Ahumada. Corría abril de 2008 cuando La Voz del Interior reflejó la congoja de esos ancianos por la misteriosa desaparición de su nieta Melisa Paola Zalazar, el 20 de abril de 2005, cuando tenía 16 años y estaba embarazada de siete meses.

 

Tampoco cambió su acusación de entonces: “La metieron en la droga unos tipos que son bien conocidos acá, uno de ellos la embarazó y la golpeaba”, dicen y señalan como culpable a Leandro Martín Funes, hoy sometido a juicio en la Cámara Criminal y Correccional de Cruz del Eje por ese homicidio calificado por alevosía.

 

Esas declaraciones fueron el disparador de una causa abierta de oficio por la fiscal de Cosquín María Alejandra Hillman, lo que desembocó en una búsqueda que terminó en junio de 2009 en el barranco de 400 metros de Cuchi Corral, donde se encontraron los restos óseos de Melisa.

 

Leandro Funes cumple actualmente una condena de 14 años y seis meses de prisión por el intento de homicidio agravado por el vínculo y alevosía contra su hijo de 10 años, al que intentó desbarrancar también en Cuchi Corral en dos oportunidades, en el mismo lugar en el que se encontraron los restos de Melisa, según concluyó la Justicia.

“La prostituyó”. Pasó el tiempo para los abuelos de Melisa, pero mantienen lo que creen que le pasó a su nieta: “Leandro Funes la tenía dominada, ella tenía 13 años y él 24 cuando la prostituyó y la indujo a la drogadicción. Fue un martirio para nosotros dos ver a nuestra chiquita así, la habíamos criado desde que tenía 2 años, cuando murió la madre”, se lamenta entre sollozos la abuela Nicolasa.

 

Por su parte, el abuelo Carlos rememora con muestras de dolor: “Llegó al punto de robarnos todo, la plata y las pocas cosas que teníamos para comprar droga. No estaba en sus cabales y era imposible dominarla, se iba por una semana de casa y convivía con ‘los Funes’, todos hombres en ese lugar”.

 

Los ancianos se lamentan: “No tuvimos dinero para poner un abogado que nos representara en este juicio. Los abogados de Funes siguen y siguen acusándonos de malos tratos para defenderlo, presentando hasta testigos falsos”. La abuela enfatiza: “No nos van a amilanar nunca. Tenemos la casa en venta y nos iremos, hasta tuvimos que sacar el teléfono porque nos volvían locos a la madrugada con las llamadas. Recuerdo cuando denunciamos en 2005, (Funes) le mojó las manos a la Policía con unas monedas y les hizo un asado con media vaquillona: tuvieron que pasar seis años de dolor y de injusticia para que se supiera la verdad”.

José Hernández

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