Roger Koza, un producto local admirablemente exportable

El hombre que más sabe de cine

Roger Koza es columnista de cine en Canal 11 La Cumbre. Analiza, critica y juzga las películas en los más importantes festivales de cine del mundo, esta semana participó del Festival de Alemania. Escribe en diarios provinciales y nacionales, participa de programas televisivos y radiales. Es un honor para nosotros que integre nuestro staff. Leyendo su blog encontré una interesante

entrevista que le realizó una colega de Rio Negro y que compartimos desde Canal 11

. ¿De dónde nace la pasión por transportar historias a lugares donde no existe una gran difusión cinematográfica nacional?

Hace unos días leía una nota sobre el festival itinerante que lidera la famosa actriz Tilda Swinton: 50 tipos acarrean junto con ella y el realizador Mark Cousins un cine móvil por los campos de Escocia y proyectan cine, discuten, celebran. Albert Serra, el controversial realizador catalán, proyecta en un pueblo perdido de España una película de Sokurov de cinco horas. En otras palabras, la cinefilia es una pasión desmedida y una secreta responsabilidad política de hacer visible lo que yace interdicto en el sistema de distribución oficial de imágenes. Se trata de una flecha-imagen que hay que arrojar para que otros la tomen y la arrojen. Todo el mundo verá El secreto de sus ojos, pero quizás nadie conocerá la gran película de acción del año llamada Castro. Un festival es una reserva ecológica de la imagen, un lugar en donde todavía podemos constatar especies visuales y sonoras que tienen un lugar legítimo en ese país llamado cine.

2. ¿Cómo se logra capacitar tanto al espectador como a la prensa para que pueda “ver lo que no se ve” del cine nacional?

Éste es un problema central y circular: nuestra dieta cinematográfica es prácticamente un compendio de dos estéticas: la hollywoodense y la televisiva. Cuando un film argentino se parece a uno estadounidense, conquista la taquilla; lo mismo sucede cuando la TV se muda a la pantalla grande. Esto produce una naturalización de la experiencia receptiva, lo que compromete a todo tipo de espectador. Si él o ella no han buscado por otros medios un cine que escape a esta lógica audiovisual, casi haría falta un nuevo tipo de subtítulos que indiquen qué es lo que hay que ver en un plano cinematográfico. O también: la curiosidad es una virtud que al ponerse en práctica requiere de persistencia. Un festival es un entrenamiento, y allí puede constituirse la inquietud de mirar de otro modo y reclamar y buscar, luego, otras cinematografías.

En vez del término ‘festival’ podría decir ‘cineclub’. La diferencia es que un festival es una práctica extrema condensada en 10 días. Un cineclub es una práctica anual. El objetivo es el mismo: problematizar el gusto para hacerlo más libre, o, dicho en otros términos: conquistar la soberanía de nuestra mirada.

 

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