Cannes 2010: Caníbales, víctimas y Genios

Informe de Roger Koza desde Cannes

 Un nuevo virus: el cine de estudiantes. La Quincena de los realizadores ahora programa tesis protegida por un concepto reivindicado y aparentemente grandioso: es la hora de volver al cine de género. Inmunología léxica y cobarde, que viene además con el tono canchero y casi Brecthiano del nuevo director artístico de la Quincena, Boyer, sugiriendo que nos caguemos de miedo y que tengamos buen apetito

Así, se estrenó un film que venía directo y sin escalas desde el Festival Internacional de cine de Guadalajara: Somos lo que hay, un título tan chabón como filosófico, film que denota esporádicamente alguna idea de puesta en escena, sobre todo en el inicio, Los protagonistas: una familia de caníbales que suelen tragarse prostitutas y que intentan conjurar la práctica a través de un rito que nunca será descifrado.

El canibalismo es una práctica tabú y una metáfora ideal para pensar el orden simbólico de interacción material dominante; merecía mejor suerte que este ensayo estudiantil en manos de un joven director mejicano llamado Michel Grau, que demuestra que sí puede filmar y hacer cine, pero que todavía está en un estadio más exploratorio y que ha tenido la desgracia de ser confundido por un genio en ciernes en una festival que empieza a legitimar cualquier cosa.

A la misma hora y al otro día prosiguió la estudiantina canina: ahora con La casa muda, de Guillermo Hernández, otro film de género, según el maestro de ceremonia. Más que asustar despertó la carcajada del público. Nadie se puede tomar muy en serio este film pretencioso constituido por un único plano secuencia de una hora y media. Elección arbitraria y desprovista de maestría alguna, La casa muda sigue y persigue el derrotero de su personaje principal, una joven perturbada por una tragedia espantosa que se revela recién en el desenlace. Quizás se trata de una psicosis y su percepción concomitante, Como sea, desde un inicio, tras llegar a una cas abandona, la joven creerá escuchar ruidos extraños, a veces acompañado de apariciones: una niña fantasmal se materializa un par de veces. Ni su padre, ni su marido quedarán libres, en distintos momentos, al embrujo maligno que ha tomado la casa. Este Proyecto Blair Witch del país de Artigas, además, dice estar basado en un hecho real. Es una película de terror, de las peores que se han exhibido en Cannes por años, pero queda claro: es un film de género.

2. Vidas virtuales: Y R there, de David Verbeek es un tipo de film cuyo concepto es mejor que el film en sí mismo. Se trata de una exploración dialéctica sobre la realidad virtual y lo virtual de lo real. Un joven campeón en videojuegos participa en un torneo mundial. Más que un deporte y un sustituto del ajedrez, el juego en cuestión funciona como canalización de la violencia por otros medios, pues la especialidad del campeón no es otra cosa que ametrallar a enemigos no identificables en una guerra virtual, cuyos planos son todos sin excepción extensos.

El torneo transcurre en Taipéi, y de casualidad el héroe de los reflejos veloces conocerá a una mujer, probablemente un poco más grande que él, quien en un principio será identificada como una prostituta fina, pero que se convertirá en una masajista (sin sexo) y posteriormente en una guía de viajes de iniciación. En algún momento, la taiwanesa le propondrá relajarse de otro modo, participando del famoso juego Second Life. En varias oportunidades, se ve la vida en esa segunda naturaleza, en ese mundo virtual.

Verbeek no sataniza la afición a los pasatiempos electrónicos o a la recreación virtual de la identidad, pero parece estar intrigado por la potencialidad virtual de lo real, en el sentido de que la realidad como concepto y experiencia está abierta y es potencialmente inagotable y sensible a la reinvención. Hay un pasaje logrado en el que la exacerbación cromática de la realidad virtual de Second Life se entremezcla y difumina en los colores y sonidos del mundo, el First Life En ese momento, el personaje virtual del jugador se acuesta en la arena y se relaja. El mar suena, y un fundido encadenado imperceptible trastocará lo virtual por lo real. El trabajo sobre el sonido es pertinente e inteligente, y sugiere que Verbeek es un realizador a tener en cuenta. Lamentablemente, hacia el final, habrá una conclusión poco feliz, en el que se le indica al espectador qué debe pensar acerca de lo que viene mirando.

3. Una candidata: no se trata de una gran película, pero es un film comodín para destrabar cualquier discusión potencial del jurado: ¿de qué hablarán  Víctor Erice y Kate Beckinsale?  Un hombre que grita, de Mahamat Saleh Haroun, el único realizador de República del Chad, toma el título de una declaración del poeta y político Aimee Césaire: “un hombre que grita no es un oso que danza”. Este drama familiar y político gira en torno al desmembramiento familiar vinculado estrictamente al desorden político social.

Un nadador y bañero de una pileta perteneciente a un hotel lujoso, quien trabaja allí hace décadas y ahora gustosamente incluye la compañía de su hijo, habrá de soportar el inesperado reclutamiento de su primogénito para luchar contra un foco rebelde que amenaza con desestabilizar la frágil paz social en la región. El contexto político permanece abstracto, pues Haroun apuesta aun humanismo raso, y su objetivo pasar por denunciar los efectos concretos de cualquier política sostenida en el resentimiento y el ajuste de cuentas, un tema recurrente en su cine. Delicado y candoroso, el film cierra con un ritual funerario que dignifica la película.

Roger Koza

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