"La Voz" inició el recorrido tras los hallazgos de Charles Darwin en Argentina

Hace 177 años

El origen de las especies, el libro de Charles Darwin, cambió la forma de concebir el misterio de la vida en este planeta. El del Singer es un viaje de lujo, si tenemos en cuenta aquel que empezó hace más de 177 años en un pueblito del interior británico, a 240 kilómetros de Londres.

Por una nariz. Charles Darwin tenía 22 años y acababa de licenciarse en Cambridge, luego de un fallido intento de estudiar medicina, primero, y teología, después (una curiosidad del destino que el mismo Darwin anotaría en su autobiografía: "Teniendo en cuenta la ferocidad con que me he visto atacado por la ortodoxia, parece ridículo que en su día pretendiese ser clérigo").

Era setiembre de 1831 en el hogar paterno de Shrewsbury cuando, a la vuelta de una jornada de caza –una de sus pasiones–, le informaron que un tal Robert Fitz Roy, capitán del bergantín HMS Beagle, necesitaba un naturalista para compartir un viaje alrededor del mundo.

El joven Charles estaba eufórico, pero no le fue tan fácil convencer a su padre y a Fitz Roy. Con el primero, lo logró gracias a la intervención de su tío, que pudo persuadir a Darwin padre sobre la importancia del viaje para la carrera del hijo malcriado.

Con el segundo, en cambio, fue más complicado: Fitz Roy creía ver en la forma de la nariz de Darwin los rasgos típicos de un vago. Adhería a las ideas del suizo Johann Lavater, quien sostenía –antes de las teorías lombrosianas– que era posible conocer a una persona por sus rasgos fisonómicos.

Por suerte, el capitán del Beagle quedaría satisfecho, tiempo después, de que la nariz de su joven compañero hubiera hablado en falso.

La Voz  del Interior

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