Se cumplieron 95 años del fallecimiento del cura Brochero

Artículo de Mons. Santiago Olivera

El 26 de enero se cumplieron 95 años del fallecimiento del cura Brochero y fue ocasión oportuna para enfocar nuestra mirada en este buen pastor a quien el Señor le pidió anunciar el Evangelio...

manifestando con su palabra y en su vida el amor y la Pasión por Jesucristo. En el Salón del Peregrino de la Villa Cura Brochero participamos de la Eucaristía unas dos mil personas, entre ellos siete obispos y más de setenta sacerdotes. José Gabriel del Rosario Brochero, conocido como el Cura Gaucho, ejemplar evangelizador en las Sierras Grandes de Córdoba, modelo de sacerdote diocesano, nació en Santa Rosa del Río Primero el 16 de marzo de 1840. Comenzó sus estudios en el Colegio Seminario Nuestra Señora de Loreto, en la ciudad de Córdoba, el 5 de marzo de 1856. El retorno de los Jesuitas a esa ciudad en 1859 le permitió conocer el que sería su principal método de evangelización: los Ejercicios Ignacianos. Ocupó gran parte de su tiempo en conducir a las personas que tenía confiadas a vivirlos, convencido de que la renovación de la parroquia y de su pueblo estaría dada por la renovación del corazón de cada persona. Ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866, fue Capellán de Coro, Prefecto de estudios del Seminario Mayor y obtuvo el grado de Maestro de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba. Enviado a Traslasierra, tomó posesión del Curato de San Alberto el 5 de diciembre de 1869. En Villa del Tránsito construyó el Colegio de Niñas e inauguró la Casa de Ejercicios para que también en esos pagos se hicieran los Ejercicios espirituales que tienen vigencia y son tan necesarios como entonces. Sólo así habría –según Brochero– un país mejor, más justo y solidario, con hombres nuevos y renovados. Desde su inauguración no han dejado de predicarse los Ejercicios en la Casa, para el bien de tantos hermanos que acuden al encuentro con Jesús. El padre Brochero murió enfermo de lepra, contraída al visitar a un enfermo, fruto de su caridad pastoral. Fue allí donde se santificó, en el propio ejercicio de su ministerio de buen pastor. Ciego y casi solo en el pueblo que vio gastar y desgastar su vida, murió el 26 de enero de 1914. Vivió en la época en que la Argentina se construía como nación. Transitó los años más duros de acuerdos y discusiones políticas e ideológicas, donde todo estaba por hacerse. Colaboró en la edificación no sólo de caminos serranos: también cimentó en sus hijos, a la luz del Evangelio, el camino hacia la identidad nacional. Les inculcó la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Era tal la situación que se vivía en ese tiempo que al marchar al Seminario, su madre lo despidió diciendo: “Dios cuenta contigo, hijo, para construir nuestra Patria; no lo defraudes”. Fue un precursor: trabajó para que los habitantes de esta tierra se transformaran en ciudadanos. No discriminó a nadie, se entregó a cada uno con el mismo ardor. A todos llamaba y sentía como verdaderos amigos, a todos miraba con amor. Como Jesús, pasó haciendo el bien.  Hay mucho para profundizar en la vida de este hombre de Dios. Le tocaron situaciones difíciles de la Patria, situaciones difíciles de la Iglesia, situaciones difíciles de su diócesis… Siempre tuvo la mirada sobrenatural y el corazón de buen padre. Y mantuvo su sacerdocio apasionado en Jesucristo. Su “ser sacerdote” orientó sus desvelos y sus preocupaciones para ayudar a que sus hermanos serranos de la Traslasierra progresaran y tuvieran una vida más digna. Hombre de Dios que murió ciego, tuvo sin embargo una gran mirada, una luminosa visión, como la de los santos, para adelantarse a los tiempos. Y descubrió que la transformación de la sociedad y el progreso aun material están unidos al progreso espiritual. Es un ejemplo como Pastor porque hizo una síntesis de su amor a Dios y de su compromiso por el crecimiento de la dignidad de su gente. La perfecta síntesis. Lo expresará muchos años después el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes 39). No disoció su trabajo para que sus serranos pudieran crecer mejor como personas, cultural y también socialmente. Pero siempre desde Dios. Porque Brochero tuvo pasión por acercar a sus hombres a Jesús. Esa es la causa de sus Ejercicios espirituales, de su predicación, de su pasión por vivir la Gracia de Dios, de su ser puente para que el hombre se encontrara con Jesús. Por y desde el compromiso evangélico trabajó para que hubieran caminos, rutas, trenes. Así lo entendieron también sus contemporáneos. Un grupo de docentes, en reconocimiento a su labor, le entregó una medalla en cuyo reverso decía: “Evangelio, escuelas y caminos”. El Evangelio, su norte y su punto de partida. El 26 de febrero se abrió el proceso instructivo del presunto milagro en la sede del arzobispado de Córdoba, la ciudad donde se produjo. Además de los actores de la Causa, Mons. Nañez y quien esto escribe, estuvieron presentes los demás obispos de la Región Centro: Ángel Rovai (Villa María), Aurelio Kuhn (Deán Funes), Carlos Tissera (San Francisco), Eliseo Martín (Río Cuarto), Abdo Arbach (Exarca Apostólico Greco Melquita), Omar Félix Colomé (Cruz del Eje), y los padres Julio Merediz, Vicepostulador de la Causa; y Jorge Frigerio, Rector del Santuario de Nuestra Señora del Tránsito, donde reposan los restos del venerable sacerdote José Gabriel; y la comunidad de Laicas de la Virgen de Luján, quienes tienen a su cargo el trabajo de búsqueda y seguimiento de posibles milagros y gracias que llegan a la Parroquia y al Obispado. También participó el Tribunal que llevará a cabo el proceso, presidido por el sacerdote salesiano juez R.P. Dante Simón.
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Artículo de Mons. Santiago Olivera publicado en la Revista "Criterio" en Abril 2009

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