La nana, de Sebastián Silva, Chile, 2009

Cinclub hoy miércoles a las 20.30 hs en el Berti

La sólida película e Sebastián Silva examina la pertenencia de clase en la sociedad chilena contemporánea indagando la interacción cotidiana de una familia de clase media alta y su nana. Silva presenta un universo reconocible, el de los patrones y sus sirvientes, pero sin ser condescendiente, y mucho menos políticamente correcto (o cínico),

dibuja personajes queribles y complejos que expresan un orden simbólico. Si bien La nana se sostiene en el enorme trabajo de Catalina Saavedra, que interpreta a Raquel, la nana en cuestión, Silva no desatiende la conformación matriarcal de la familia, en donde el padre, preocupado por sus maquetas y palos de golf no está muy lejos del hijo adolescente que navega en Internet saciando los dictados de su explosión hormonal.

Los privilegios y placeres de clase funcionan como contrastes y correlatos de los deberes y padecimientos de clase. Es así que, tras 20 años de servicios, Raquel es uno de los tantos sujetos que viven como “objetos” respetados mientras cumple sus faenas de limpieza y mantenimiento. Su cansancio, y más precisamente la mala relación con la hija mayor de la casa, llevan a la contratación de una segunda mucama. Silva se vale de esto para sugerir cómo un empleo es un territorio existencial, o también cómo la servidumbre compone un modo de ser, pero también, a partir del ingreso de una joven empleada, el joven director le otorga a su dolido y avergonzado personaje la oportunidad de cambiar y explorar su identidad más allá del deber laboral. Ver la transformación de Raquel en la pantalla es un pequeño milagro.

 En última instancia, La nana es un film rítmico y fluido que prescinde de música y subrayados, y su trama no es otra cosa que una defensa discreta de la dignidad humana.

 (Roger Koza)

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