Muestra El Louvre en Capilla del Monte

Iniciativa del Concejal César Imbellone

el desafío pasó no solamente por mostrar cuadros y esculturas que en su belleza y calidad, hubieran lucido en cualquier lugar donde se los pudiera apreciar porque se bastan a sí mismos; sino que queríamos recrear una atmósfera que representara de alguna manera aunque en pequeña escala; la mística de ese baluarte de la cultura ya no europea, sino en un todo, patrimonio humano.

Y pareció que hasta el clima puso lo suyo para que el pueblo de Capilla del Monte, lograra imitar una fría mañana parisina de otoño.

El mágico trasluz, impregnaba con el correr de las horas las magníficas obras de nuestro artista Ireneo Saint Genez, volviéndolas a la vida, como si cada cuadro fuera en realidad, una ventana hacia el paisaje, olvidando la tela, y perdiéndose en él.

La muestra podía recorrerse a lo largo del salón y apreciarse,  aprender, y descubrir un mágico trazo nuevo de los genios: poder ver de cerca,  algo que hasta el momento, para muchos no había salido de las enciclopedias y los best sellers de Dan Brown.

De fondo, nada mejor que las imágenes de una París para muchos de nosotros desconocida, en sus rincones, en sus esquinas, sus cafés, sus fuentes y monumentos y del museo del Louvre; un gigantesco y ordenado desván de pintor, pero donde el artista en definitiva es el hombre mismo, y donde guarda lo mejor de su creación a lo largo de los siglos.

Y si de arte se trata, no podía faltar la escultura representada por las obras del Arquitecto Jorge Leveroni, que cumplió con creces con el principio de una buena factura: cuando la escultura es buena, nos dijo… todos queremos tocarla. Es que resulta difícil en verdad, abstenerse del deseo de leer las texturas y las formas con los dedos.

Tampoco faltó la música. Amalgamada a la perfección con las imágenes, con las pinturas, las esculturas y el clima logrado en el interior de la muestra; los sonidos soltados por los violones del maestro Roberto y su escuela de violines junto a sus discípulos, unos niño de tan solo ocho y 11 años aportando el toque delicioso que convirtió a la muestra en algo distinto, vivible desde la experiencia, reconstruyendo un pedacito de París, en el día en que todos los capillenses y turistas que nos visitaban, pudieron viajar y sentir en nuestro propio lugar, que era posible acariciar un pequeño sueño.


 

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