En Cineclub: La soga, Alfred Hitchcock, EE.UU., 1948.

Miércoles 29 de agosto, a las 20.30hs en Sala Berti

FUNCIÓN ESPECIAL A LAS 18.30: HISTORIA(S) DE CINE, DE JEAN LUC GODARD, FRANCIA, 1988-98. Este tour de force formal y lúcida reflexión moral

es un ejemplo de la maestría de Hitchcock, uno de los realizadores que ha sellado un concepto de cine (que nada tiene que ver con el suspenso) a lo largo de toda su carrera. Basada en una obra de teatro, la totalidad de la trama de La soga transcurre en un living de una casa, aunque como ya ocurría en 8 a la deriva, el espacio reducido no impide que Hitchcock transforme el origen teatral en cine. En efecto, mientras dos jóvenes deciden matar a otro en su propia casa para luego ofrecer una fiesta a la que asisten, entre otros, la prometida del cadáver y el mentor intelectual de los asesinos, Hitchcock compone una puesta en escena muy lejos del teatro. Antes de El arca rusa de Sokurov, La soga fue rodada también en un plano secuencia de 78 minutos, aunque imposibilitado por la técnica, cada 10 minutos se cambiaba de rollo imperceptiblemente. Es muy placentero observar cómo en una misma secuencia el realizador transfigura el plano: un primerísimo plano es seguido de un plano general, y todo parece una coreografía de la mirada en un espacio limitado. La cámara de Hitchcock danza sobre esta pieza macabra, en donde sobrevuelan Nietzsche y Thomas De Quincey, sobre el derecho de matar de los hombres superiores y el asesinato entendido como una de las bellas artes respectivamente, aunque ambas tesis, finalmente, son refutadas por el anonadamiento y retractación del personaje interpretado por James Stewart.

(Roger Koza, programador)

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