Cuando en Córdoba creció el terror

Antes del golpe del 1976, la Triple A y el Comando Libertadores de América dejaron su marca.

Si bien el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 consagró abiertamente el terrorismo de Estado en la Argentina... Córdoba ocupó un lugar preponderante en el mapa del terror, por calidad y cantidad.

El 28 de febrero de 1974 fue echado el gobernador Ricardo Obregón Cano. Lo sacó del poder un golpe de Estado encabezado por el relevado jefe de Policía, teniente coronel (r) Antonio Domingo Navarro, quien contaba con el aval de las autoridades nacionales. Fue el comienzo.

Luego, el terrorismo de Estado se expresaría en secuestros, asesinatos, detenciones, atentados. El gobierno del general Juan Domingo Perón, elegido en 1973 con la fuerza de un plebiscito, no podía controlar la espiral de violencia que se expresaba en su propio movimiento. Tras la muerte del líder, todo fue peor.

El terrorismo de Estado previo al golpe se expresó en una sociedad ilegal emblemática: la Alianza Anticomunista Argentina (AAA, o Triple A), que comandaba desde la impunidad José López Rega, quien era ministro de Bienestar Social (¡vaya paradoja!) y hombre de confianza de Perón.

En Córdoba, esa organización trabajaba en conjunto con el Comando Libertadores de América, formado por miembros del Departamento de Inteligencia de la Policía provincial (el D-2) y militares del Tercer Cuerpo de Ejército, muchos de ellos del Batallón 141 de Infantería.

Una división fina puede establecer que la Triple A era un grupo político y más difuso, mientras los Libertadores conformaban una organización más cerrada y disciplinada, controlada por el Ejército. Pero ambos se relacionaban y mezclaban; eran parte de la misma represión, casi una misma cosa.

El navarrazo. Eran tiempos de violencia política. El primer hecho conmocionante en Córdoba ocurrió en febrero de 1974, cuando Navarro, el depuesto jefe de la Policía, copó la Casa de las Tejas y echó al gobernador Obregón Cano y a su vice y militante de los colectiveros (UTA) Atilio López. No se hablaba aún de la Triple A ni del Comando Libertadores.

Esa misma noche hubo un fallido atentado explosivo contra los talleres gráficos de La Voz del Interior, en Alta Córdoba. Casi un año después, el 23 de enero de 1975, el terrorismo estatal logró su objetivo y estalló la máquina impresora del diario. La Triple A dejó su firma.

Antes, en setiembre de 1974, había asumido como interventor de Córdoba el brigadier lopezrreguista Raúl Oscar Lacabanne. Su figura representaba “la legalidad de lo ilegal”, dado que desde el cargo oficial amparaba la represión salvaje y fuera de la ley.

Ya actuaban los Libertadores e influía el jefe del Tercer Cuerpo, general Luciano Benjamín Menéndez, quien cobraría más proyección luego del golpe.

El terrorismo de Estado se “oficializó” en la dictadura. Antes, la Triple A y los Libertadores actuaba en las sombras. Con todo, hay nombres conocidos, como el de Lacabanne, a quien acompañaron el comisario retirado de la Federal Héctor García Rey; “Coco” Pedrotti, un militante del nacionalismo peronista, y el capitán Héctor Pedro Vergés, con actuación en La Perla, entre otros.

Más terror. Entre tantos casos, hubo varios emblemáticos, protagonizados por la Triple A y el Comando Libertadores.

El 16 de setiembre de 1974 fueron secuestrados en Buenos Aires y ejecutados Atilio López –quien ya había sido depuesto como vicegobernador– y Juan José Varas, ex secretario de Economía de la Provincia en tiempos de Obregón Cano. El propio ex gobernador debió exiliarse en México, amenazado de muerte.

El 14 de agosto de 1975 fueron asesinados el militante peronista de izquierda José María Pujadas, su esposa y dos de sus hijos; sus cuerpos fueron arrojados camino a Alta Gracia.

La misma suerte había corrido tiempo atrás el abogado Alfredo “Cuqui” Curutchet, defensor de presos políticos. Su cuerpo apareció acribillado en el Tigre (Gran Buenos Aires), el 13 de setiembre de 1974.

La represión de la derecha fascista en el Gobierno cargaba contra sus adversarios internos del peronismo, los sectores del gremialismo combativo, las franjas contestatarias del estudiantado y la oposición política, que en Córdoba contaba con un radicalismo fuerte, y contra la izquierda en general.

Los blancos eran selectivos, pero podían ser elegidos de este amplio abanico de adversarios.

Así, en noviembre del ‘75 fueron asesinados nueve estudiantes –varios de ellos bolivianos y peruanos– previamente retirados de la vivienda que varios de ellos compartían. En este caso, creció la sospecha de que el robo era uno de los móviles, dado el buen nivel de vida de los estudiantes, favorecidos por el cambio monetario.

A pesar del paso del tiempo, el brazo de la Justicia hoy tiene escenario. Hay varias causas en marcha en el fuero federal de Córdoba, bajo la investigación de la fiscal Graciela López de Filoñuk, por la represión previa al golpe. En dos de ellas, ya hay imputaciones
La Voz del Interior

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