Películas de lujo en Cineclub "Con los ojos abiertos" La Cumbre

"Traducimos y subtitulamos las películas que programamos"

Programamos el mejor cine posible con películas que se exhiben en festivales como el de Cannes, Viena, Hamburgo, FICCO (de México) y BAFICI (de Argentina) afirmó Roger Koza

Sábado a la tarde, en la mejor sala de Córdoba. Me dispongo a ver por segunda vez la tercera película de Martel, La mujer sin cabeza. Sin duda, se trata de un gran film, otro estudio lúcido y entomológico de la clase media alta salteña. Dos personas en la sala: mi mujer y yo. Pienso: a veces, en los cineclubes, tenemos 40 personas, incluso una vez tuvimos 95 mirando un film irlandés precedido por un corto de Marker. ¿Es un éxito, una excepción?

 

La práctica dominante es otra. Hay una regla y una experiencia que privatiza el cine como consumo doméstico, en donde por azar el televidente encontrara cada tanto un film interesante y se lo quedara mirando, tentando de ver si en el canal siguiente hay alguna otra cosa. Supone que es cine a la carta, a elección. O está el bajador compulsivo, cuya curiosidad se sintetiza viendo un film de John Ford en su PC, sin darse cuenta de que las panorámicas de Ford han sido concebidas para la pantalla grande y no para el monitor y las pantallas planas. Son signos de un tiempo que merecen ser pensados antes que juzgados y naturalizados.

 

Hubo funciones con mucha gente, pero en algún momento el peligro de parecernos a la sala en la que se proyectaba La mujer sin cabeza acechó, y nos preocupó. ¿Película sin ojos? Tal vez. Nosotros, por lo pronto, cumplimos: programamos el mejor cine posible con películas que se exhiben en festivales como el de Cannes, Viena, Hamburgo, FICCO (de México) y BAFICI (de Argentina). Sin excepción, todas las películas fueron compradas y no bajadas. En algunos casos, traducimos y subtitulamos las películas que programamos, lo que implica semanas de trabajo. Apostamos, además, por un cine que nos permitiera ver el mundo y que expandiera nuestra mirada sobre él y sobre nosotros mismos.

 

Resistir, resistir, resistir… La fórmula del gran Pedro Costa, el cineasta que afirma: “una imagen no es un yen o un dólar… Una imagen, un sonido, la mirada de un actor, o el choque entre dos planos en una secuencia, no pueden ser considerados como una moneda, como un acto de comercio… Cuando ustedes ven un sonido, una imagen, un actor, ustedes dicen: epa, nunca había visto algo así en mi vida, qué extraño sentimiento, éste es mi mundo, mi sociedad, y nunca he visto algo así”. En efecto, un cineclub no es un negocio, bien lo sabemos. El ocio del espectador y su curiosidad tampoco, aunque el mundo devenido en espectáculo haga sus negocios con su tiempo libre. En otras palabras, un cineclub como entrenamiento de libertad, que nada tiene que ver ni con el derecho del consumidor, ni con la autarquía del gusto.

Roger Alan Koza, programador

 

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