Argentina

 

Capataz de compañías extranjeras,

fiel operaria de la alegría,

tamboril Correntino que despierta

toda la Cordillera Andina.

 

Te vistes de jesuita por el Este,

apareces borracha en la Vendimia,

tu espíritu te enaltece…

Con esa cara,

te perdono hasta la vida.

 

¿Es que siempre lo intentas?

¿Es que siempre renuevas tu osadía?

Y te embates presurosa

sobre América Latina.

 

Argentina,

millonaria de ocasión,

te vi en los ferrocarriles

con tapado de visón,

y hoy te encuentro en fotos

sin un peso, en un balcón,

gestionando con tu charla

algún próximo millón.

 

Desluces sin tu overol,

por Córdoba se dice

que de solo verlo

te llenas de viruta y de pasión.

 

¿Cuándo sentarás cabeza

inquieta tremendista?

Porque sabes que te quiero

y me muero

cuando me miras.

Eres legendaria,

histriónica

y compasiva,

bonachona sin apuro

cuando hay que dar,

aunque te desvistan.

 

Pero hay algo que me ata

el corazón a tus fincas,

y es verte como madre

adoptando mil almitas,

parada de temprano en la orilla

avistando banderitas.

Los recibes con asado,

tallarines hecho a mano,

y te sientas esperando

el arraigo necesario.

 

No te oí jamás reproche

pero sé que extrañas por las noches

la raíz intensa del Mapuche,

del Wichí y Araucano,

de los Onas, Huarpes, Tehuelches y Puntanos,

Aymaras, Quechuas y Otros tantos...

 

De ellos

la templanza delicada

que te sirve de sostén,

cuando el mar viene picado

y no hay otro acontecer

que frenar los desembarcos

por resacas de poder.

 

Argentina

Jujuy te grita desde el Cerro

una baguala,

cuando ve que te aproximas

con el pecho abierto

a sus quebradas...

Cicatriz de luchas,

éxodo de miradas,

andanada de piecitos florecidos

que siembran el camino rojizo

que conduce a los Cielos de papas.

Copla machada de viento

que atesora tu silencio,

en perforaciones sagradas

de luz,

sobre tus cañas musicales

sin tiempo.

 

En tus manos Chaqueñas

florece el algodón y el lino.

Nube y Cielo celeste,

armonía que anhela constantemente,

el hábito olvidado

del pensamiento que se teje

“hilando fino”.

 

Como una moza Tucumana,

tu miel de caña se desliza,

al corazón que visita

la Selva que te guardas...

Verdor privilegiado

que le roba a la sabana.

 

La  tonada Rosarina

la rezas en Catamarca,

tus caminos peregrinos,

están repletos de alabanzas...

Y el monte Santiagueño las repite,

y  resuenan a lo lejos las vidalas

que estremecen con temblores

tus sublimes Sierras de Plata...

De ahí, tu nombre Argentina,

las cascadas te bautizan

todas las mañanas,

y los fogatas que se encienden

te celebran  como estrellas,

para que el Cielo de arriba sepa,

que el caminar de tus pastores

tiene Alma. 

 

Cerca de Salta,

formas La Rioja,

tu ajedrez te delata

jugando como Niña

a toda hora.

Argentina,

tus brazos se prolongan

por debajo de las aguas...

No hay océano que debilite

tu sostén,

a tus Islas tan amadas.

El disfraz las protege por un tiempo,

de las mareas altas,

pero sé que por las noches

las abrazas...Aún medio dormidas,

descuida, volverán a Casa.

 

Te vi de madrugada

por Barracas y La Boca,

en la milonga que es de todos

bailando un tango a solas,

mientras el crisol de hijos duerme,

duerme y se demora…

Demora en darse cuenta

lo que ése gesto cuesta,

en la soledad de la aurora.

 

Color salmón son tus mejillas

cuando apareces por el Sur

en la alborada,

con michay entre los dientes

y frambuesas perfumadas.

 

Argentina,

tu Pampa

no tiene quien le tape la mirada,

ventolina poderosa,

fortín de alma,

visión transparente de caldenes

que glorifican con sus rezos las miradas.

 

Laburas de intelectual,

te haces la que aprendes

para no olvidar,

confiando que tus hijos

sabremos apreciar,

el que críes tanto hermano

con idioma universal.

 

Un país tiene un Origen,

suelo, mañas y demás,

y resignar a “dar de nuevo”

es un acto sin igual,

que quizá logra en silencio

el mensaje carpintero…

“Quién se pierda, se Encontrará”.

                                                            

                                                               

 

                                                                 María Soledad Ranzuglia  

                                       Del libro “¿Dónde estás mi Vida?”

                                         Editorial El Copista, 2007

                                     www.poesiasenconcierto.wordpress.com    

 

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