Poesia sobre los incendios

Yo, fuego,
soy parte de ti
y ése es el misterio...
Arde en mis entrañas
el recuerdo,
de la amada virgen
torrencial que apacigua
el sentimiento.

Te busco,
ciego de suspiros,
enmudecido en mis
lamentos,
te busco embravecido,
pues mis manos
no han sentido aún
tu fresca compañía
aquí en los cerros.

Yo, fuego,
que parezco una jauría
de mil lobos hambrientos,
Temo...
Temo no encontrar
alivio,
y perderte en un olvido
de silencio seco,
a ti, amada Vertiente
que te mueves en un
vientre de fecundos quiebres,
a ti te digo... Vuelve!
Bebo la nostalgia
consumiendo aire
caliente,
corro a abrazarme
en ti
y sólo hallo tu reflejo
ausente,
y mi temple se
desborda de clamor,
en un pedido de Amor,
urgente...
Vuelve amada Vertiente,
en lluvia de golondrinas
amanecida entre soles
de mansa quietud
inocente;
Vuelve  amada Vertiente,
que mis pasos se
confunden,
y se animan a caminar
entre las gentes,
pues te busco y no
te tienen...

Virgen Agua,
estoy cansado,
tal vez el hombre
pudiera merecerte,
al pensarte más seguido,
como Dios manda,
como Él quiere,
y así
aguardar la Ceremonia
del Encuentro,
a más tardar en los
Septiembres.
Vuelve,
la corona de novia
está por florecerte,
llueve amada mía,
calma a éste espíritu
Terrestre,
me apostaré entre
las piedras,
me haré guardia de
cenizas hasta verte.
 
Aquí, en La Cumbre,
se oyen los rumores
de quienes dicen
explorar un Corazón
Silvestre,
para que anides en los
inviernos fríos,
habitando en una Paz
que los conmueve,
y así, despertarás Feliz,
cantando para mí,
                    por Siempre. 

                               María Soledad Ranzuglia.
                                 2 de Septiembre, La Cumbre.

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